JULIO CORBA, 50 AÑOS
“A principios de 2011 fui al médico porque tenía una masa en la mama derecha. Me dijeron que se trataba de una simple grasita. La verdad, yo no me la creí. A los seis meses noté que había crecido, por eso decidí ir a donde un especialista. Lo único de lo que yo había sufrido en la vida era de gripa. No sabía que a los hombres nos podía pasar, pero tenía sospechas.
Sólo con verlo, con tocarme, el cirujano me dijo que se trataba de un cáncer de mama, que no jugara con eso. Me examinaron todo: el estómago, el cráneo, las articulaciones. Querían descartar que tuviera cáncer en otro lado.
Me pegó duro la noticia, pero llegó a mi cabeza el pasaje de la Biblia en el que Lázaro está enfermo y Jesús le dice que esa enfermedad no es para la muerte, sino para la gloria de Dios. Así entendí que mi cáncer no era para morir.
No cambió nada en mi vida. Yo era edil de la localidad de Kennedy, presidente de la Junta de Acción Comunal, pastor y padre de familia. Tenía que ponerme por encima de la situación. Ni siquiera cuando perdí el pelo por la quimioterapia me sentí deprimido.Sigue a El Espectador en WhatsApp
Luego de la cirugía el doctor me dejó una noche en la clínica para hacerme control y al otro día ya estaba en la casa trabajando. Iba los viernes cinco horas a quimioterapia, de 2 a 7 de la noche; descansaba el sábado y ya estaba moviéndome el domingo.
Como soy tan buena gente, me molestaban diciendo que me había pasado por ser tan madre. Lo que sí sucedió fue que cada persona que ha visto mi testimonio se toma los exámenes. Esto le movió mucho el piso a mis amigos.
Una vez me encontré a un médico en la Fundación Santa Fe que me dijo sorprendido: ‘¿Los pastores también se enferman?’. Pues sí, a los pastores nos puede dar cáncer de mama, a nosotros y a cualquiera”.
JAIME CADENA, 87 AÑOS
“Fue en junio de 2007. Mi esposa, Carmen Teresa Piñeros, había muerto tres meses antes. Soy médico y sé que cuando se presentan calamidades y pérdidas, el cáncer puede desarrollarse. Por eso no me extrañó cuando empecé a sentir dolores sobre las costillas derechas.
El primer día creí que se trataba de una simple inflamación, pero me tocaba y el diagnóstico no coincidía. Al día siguiente sentí un dolor mucho más fuerte; al otro, me toqué el pezón derecho y estaba duro y con un tumorcito. Estaba seguro de que padecía cáncer de mama.
Inmediatamente llamé a mi hijo Enrique, que es oncólogo. Le comenté lo que pasaba, pero no me creía. Cuando me sintió tan decidido llamó al doctor José Joaquín Caicedo, de la Clínica del Country. El colega palpó y no se demoró en confirmar mi teoría. Él llevaba 10 años operando a cientos de mujeres y en todo ese tiempo yo era el quinto hombre. Ahí entendí que tenemos que estar chequeándonos, porque si lo diagnosticamos a tiempo, como en mi caso, la recuperación es total.
Me hicieron la biopsia y me ordenaron varios exámenes para descartar una metástasis. Llevé los resultados un martes y al jueves ya me estaban operando para extraer el tumor. En una semana salvamos mi vida.
Tomé las cosas con mucha calma. Aunque recibí 26 sesiones de radioterapia, seguía levantándome a las 6 de la mañana, asistía a mi consultorio, atendía a mis pacientes, almorzaba en Tuluá y en la tarde regresaba a Buga, donde vivía. En ningún momento sentí que iba a recaer, toda la vida he sido optimista.
Pero la droga que tomaba me generó una isquemia cerebral, no me llegaba el suficiente oxígeno al cerebro. Después, la radioterapia me inflamó la próstata. También tuve un glaucoma y me operaron de cataratas en un ojo.
Entonces, con el pesar del alma, tuve que cerrar el consultorio y venirme para Bogotá, donde están mis cuatro hijos. Sin mi mujer no tenía sentido quedarme. Puedo decir que a los 87 años estoy lúcido. Que soy un sobreviviente”.https://d95950262da0c0c441f71d162ed6ed30.safeframe.googlesyndication.com/safeframe/1-0-40/html/container.html?n=0
JAIRO VEGA, 62 AÑOS
“Tengo 62 años. Yo mismo me detecté el cáncer a los 59, a mediados de febrero de 2010. Voy constantemente al gimnasio, me gusta hacer ejercicio. Un día me duché y sentí algo en la tetilla derecha: una bolita pequeña que al tocarla aparecía y desaparecía. Meses atrás había escuchado que los hombres también podían enfermarse de cáncer de mama. No me dolía pero pedí una cita médica. El 22 de febrero me hicieron una ecografía en la que apareció un nódulo solido. Me dijeron que era un hallazgo con bajas sospechas, pero que ameritaba una biopsia y una valoración por mastología.
Me sentí tranquilo pero a los ocho días, cuando conocí que se trataba de un carcinoma ductal sospechoso, pensé que podría morir. Pensé en mis dos hijos, en que tenía que dejar todo listo por si me pasaba algo. Había escuchado que este cáncer era más difícil de tratar en los hombres que en mujeres: la masa mamaria es menor, entonces se desplaza más fácil por el cuerpo.
El médico comenzó a dibujar y me explicó que aunque había un crecimiento anormal de estas células, no tenía metástasis. ‘Lo único que hay que hacer es operar’, dijo. Sentí que la detección temprana me había salvado la vida. Me operé en marzo de ese año. En su parte más grande, el carcinoma tenía 6 milímetros; era muy pequeño. No me ordenaron ni radio ni quimioterapia. Perdí la tetilla completa.
De ahí en adelante he estado medicado con pastillas de tamoxifeno, que es una especie de quimioterapia oral para que el cáncer no se traslade al otro lado del pecho. En principio me dijeron que las tomara por dos años, pero hace ocho días el doctor me dijo que era mejor hacerlo por cinco años que se podrían prolongar hasta diez. Me producen dolor de cabeza y debilidad, aunque he ido acostumbrándome a los efectos”.
“Si se educa a la población se podría detectar temprano”
El viernes pasado se celebró en Bogotá la quinta versión del Simposio Nacional de Mastología, organizado por la Fundación Avon y la Asociación Colombiana de Mastología, con el apoyo del Instituto Nacional de Cancerología.
El doctor José Joaquín Caicedo, presidente de la Asociación Colombiana de Mastología, afirma que, según las estadísticas mundiales, los casos de hombres con este mal representan entre el 0,5 y el 1% del total de casos de cáncer de mama. “Uno de nuestros estudios mostró que, en una cohorte de 1.514 pacientes (entre septiembre de 2010 y agosto de 2011), los hombres correspondieron al 0,2%”, asegura.
Explica además que como la mujer tiene más tejido mamario y graso, el tumor tiene más espacio para crecer antes de fijarse a los músculos o a la piel. “Es por ello que muchas veces los casos en el hombre son más avanzados localmente. Pero si se educa a la población, se podría detectar igualmente temprano y el tratamiento se haría con fin curativo”.
“La mayoría de casos son de origen genético”
Jairo Estrada, presidente de la Asociación Antioqueña de Mastología, calcula que por cada 200 cánceres de mama en mujeres, hay uno de hombre. En seis años el doctor ha atendido ocho casos, pero en los últimos meses han sido más frecuentes, según él, porque la gente está consultando con mayor frecuencia: “los hombres están más conscientes de que pueden padecerlo”, asegura.
Explica que la mayoría de casos son de origen genético. Otros están asociados a enfermedades como la cirrosis y el síndrome de Klinefelter (cuando el hombre tiene una alteración del cromosoma Y). Este mal también se relaciona con pacientes que tienen antecedentes de cáncer de próstata o gastrointestinal, “ya que los medicamentos inhiben la testosterona y aumentan los estrógenos”.
Según el médico, algunos hombres no consultan porque asocian la enfermedad con feminidad y sienten vergüenza.
El Espectador