Un día al salir de la ducha Diego Escudero (Cáceres, 1955) se rozó el seno izquierdo con la toalla y notó una sensación extraña. No le dio importancia, hasta que se descubrió un bulto. Tras varias pruebas, le diagnosticaron un tumor mamario del que aún hoy intenta curarse. No daba crédito: «Un cáncer le puede pasar a cualquiera pero, ¿de mama? ¿Qué he hecho yo?»
Cuando la enfermera que le atendió durante su primera sesión de quimioterapia leyó su nombre en el informe antes de inyectarle la medicación, se dio media vuelta y se llevó de nuevo los fármacos. Estaban prescritos para tratar un cáncer de mama y pensó que se había equivocado de paciente. Pero no. Eran para él, Diego Escudero (Cáceres, 1955). Luego se lo confirmó la supervisora y la enfermera regresó con su quimio. Le pidió disculpas porque era la primera vez que esta sanitaria se encontraba con un caso como el suyo. No ha sido la única (ni será) que ha dudado de que este extremeño sufra este tipo de tumor, tan común entre las mujeres pero no tanto entre los hombres.
Lo confirman las estadísticas: el 30% de los cánceres que se diagnostican a personas del sexo femenino son mamarios pero estos solo representan el 1% en el caso de los varones. De hecho este extremeño lleva siempre consigo un informe médico en el que se detalla la enfermedad que sufre, para evitar que las personas a las que se lo cuenta piensen que les está tomando el pelo.
Nunca lo había escuchado
No son pocos los que preguntan porque Diego es un personaje bastante conocido en su ciudad, donde fue concejal en el ayuntamiento (en la legislatura 1991-1995) y tuvo una colchonería. «La gente no se lo creía, tenía que quedar con ellos al día siguiente para enseñarles el informe y que me tomaran en serio, ahora lo llevo encima por si acaso», cuenta a este diario con el humor que le caracteriza y que no ha perdido a pesar de estar aún lidiando esta batalla. No le extraña la reacción de los que dudan porque él nunca imaginó que pudiera pasarle esto; tampoco había escuchado que el cáncer de mama atacaba también a los hombres.
Todo comenzó a finales de octubre del año pasado. Cuando una mañana, mientras se secaba con la toalla al salir de la ducha, notó una «hipersensibilidad» en el pezón derecho. «Solo con el roce de la toalla sentía algo raro», recuerda. No le dio importancia. Pero al día siguiente, lo mismo. Entonces decidió palparse los dos pezones y comprobó que no tenían la misma textura: uno (el derecho) estaba más duro que el otro, tenía como un bulto. Se lo comentó a su familia, pero tampoco le prestaron atención. «Me dijeron que podía ser un bulto de grasa», comenta. Un ‘diagnóstico’ que a él le convenció.
Pero como aquello continuaba decidió visitar a su médico de cabecera para consultárselo. Le dijo que se quitara la camisa y le tocó las dos mamas. Enseguida le levantó el brazo para hacer lo mismo en las axilas, donde están los ganglios centinelas, hacia donde se puede propagar este tipo de cáncer. «De esto me he enterado ahora porque entonces yo no tenía ni pajolera idea de nada», reconoce. La doctora redactó un informe y le advirtió de que, si en un mes no le habían llamado, volviera a la consulta. Nada se habló en aquel momento de cáncer. Él tampoco lo sospechó pero sí creía que algo raro ocurría.
A los quince días de aquella cita en el centro de salud recibió una llamada para que acudiera de urgencia a realizarse una mamografía y una ecografía. Enseguida interrumpió la conversación:
-¿Cómo una mamografía? ¡Soy un hombre! ¿Cómo me la vas a hacer?»
-«No se preocupe, usted véngase que todo va a ir bien».
No tuvo problema. Llegó y se agarró a la máquina, que es la postura que se adopta cuando uno se somete a una prueba de este tipo. Es como si se abrazara al equipo, que aplasta las mamas entre dos placas para poder tomar la imagen. Ese era su miedo, porque las suyas apenas tienen masa como para que pudiera cogerlas el aparato. O eso es lo que él pensaba. «Al parecer la máquina te succiona la mama, pero yo esto no lo sabía», apunta. En la imagen que aparecía en el ordenador él observaba «un puntito blanco» en la mama derecha, pero no le dijo nada a los radiólogos. Después pasó a la ecografía. «El médico iba con mascarilla pero en sus ojos se veía que algo pasaba», recuerda. Tampoco preguntó, dice que no le gusta hacerlo por no incomodar, aunque quizá aquello era más bien por miedo. Por miedo a que le dijeran lo que nunca nadie quisiera escuchar.
Al día siguiente le llamaron para hacerse una biopsia. «Le dije que qué rápido me habían llamado. Y me contestó que no me la había hecho el día anterior porque no tenía hueco», apunta. La celeridad en la que sucedió todo iba haciendo que sus sospechas crecieran y además ya sí conocía el cáncer de mama en hombres porque había leído algo en internet. Pero, a pesar de las dudas, durante la biopsia tampoco preguntó. Esperó casi 20 días a que el resultado de aquella prueba confirmara lo que en el fondo ya sabía: tenía un cáncer de mama.
«¿Un cáncer de mama a mí?»
«Fueron los peores día de mi vida, pensaba de todo, intentaba seguir con mi vida, pero era imposible», recuerda. No dormía (ahora tampoco). No entendía cómo le había llegado a pasar esto a él: «Un cáncer le puede pasar a cualquiera pero, ¿un cáncer de mama? ¿Y a mí? ¿Qué he hecho yo para tenerlo?», cuenta. Fue un mazazo porque al diagnóstico se unió la desesperanza de que él estuviera entre ese 1% que lo sufre. «Y no me toca la lotería», bromea.
Sí tuvo suerte en algo: se lo pillaron a tiempo, lo que es poco habitual en los hombres. Al no existir cribados para ellos y estar la población tan poco sensibilizada en que este tumor también afecta a los varones, cuando se notan algo raro en los senos no le dan importancia. Por eso, cuando acuden al médico, muchas veces ya es tarde.
Este diagnóstico fue para Diego el inicio de un proceso que a día de hoy continúa. Le pautaron seis sesiones de quimioterapia para intentar reducir al máximo el tumor. Hace unos días acaba de terminar la última y el bulto ya es un 50% más pequeño. Pero no ha sido fácil. Tras la segunda se le cayó el pelo. Le pasó en un bar, tomándose unas cervezas con los amigos. Notó un picor en la cabeza y al tocarse se quedaba con los mechones en la mano. Rápido pidió la cuenta y se marchó. «Los lagrimones que me cayeron eran como puños», recuerda. Luego avisó a su hija para que le rapara la cabeza. Y lo asumió. A partir de ahí el resto de las quimios fueron «un horror». «Mucho cansancio, mucho estrés, mucha ansiedad, no podía comer, …». Le ha afectado hasta en el equilibrio por eso ahora para caminar se ayuda de un bastón. Se ha caído dos veces y no quiere que le vuelva a ocurrir.
Le extirparán la mama
El siguiente paso será intervenirle para extirparle la mama, probablemente a finales de mayo. Solo le quitarán la derecha, pero seguirán realizándole revisiones en ambas por si el cáncer apareciera en la izquierda. «Esto en una mujer puede resultar un zambombazo porque no es fácil de asumir pero a mí me da lo mismo, será una cicatriz más», sostiene.
El cáncer de mama en hombres parece estar bastante vinculado a una mutación genética que se pasa de padres a hijos: como en las mujeres, el 50% de los detectados resultan ser hereditarios. Por eso, cuando a un varón se le diagnostica esta enfermedad se le somete a un estudio genético. Así lo explica el coordinador de la Unidad del Consejo Genético en Cáncer Hereditario, Santiago González. «Cuando se detecta en un hombre tiene su interés, sobre todo por descartar algo hereditario detrás, y más aún si el paciente es joven», explica.
Mismo protocolo y tratamiento
Por lo demás, el protocolo y el tratamiento son exactamente los mismos en un hombre que en una mujer: «Quimio, radio y hormonoterapia en el caso de que el tumor dependa de hormonas femeninas», puntualiza el doctor. Y se comporta también igual en ambos casos: «Puede hacer metástasis en cualquier órgano como huesos, hígado, pulmón, …».
La única diferencia es que a ellas se les detecta con más frecuencia en estadíos más iniciales. «Cuando ellos se lo notan no le dan importancia, pero el tumor sigue creciendo y cuando consultan al médico de cabecera muchas veces el diagnóstico es ya tardío», advierte González. También se diferencian en la incidencia, que en los hombres es infinitamente más baja debido precisamente a que el tamaño de sus mamas es mucho más pequeño. «El cáncer se forma en el ductus mamario que, al ser más pequeño, el riesgo de que se origine es más bajo», argumenta. Además de que la mayoría de los cánceres de mama son «hormonodependientes» y el hombre tiene, lógicamente, menos hormonas femeninas.
¿La recomendación? Que se palpen los senos y las axilas y, si notan algo raro, acudan al médico. Eso fue lo que hizo Diego. Y fue un acierto. Ha tenido suerte pero le ha pasado factura a nivel psicológico. Se refugia en su buen humor e intenta esconder su dolor por no preocupar a los suyos, pero reconoce que a veces necesita llorar. Hay noches en las que se levanta a las cuatro de la madrugada, se va al sofá del salón, sin que nadie le escuche, y llora. Mucho. Se desahoga. Luego se acuesta y por la mañana se promete levantarse con más fuerza. Siempre adelante.
Ya ha conseguido tocar la campana del centro de día de oncología de Cáceres, tras haber terminado sus sesiones de quimioterapia. Le falta menos para terminar esta pesadilla. Mientras, por si algún hombre le lee en estas páginas, solo les da un consejo: «El cáncer de mama en hombres también existe. Muy poco, pero existe. Por eso, ¡tío, tócate las tetas!»
Cáceres | 22·04·23 EL PERIODICO