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Ricardo se desabrocha, sin apuro, los botones de su camisa negra. Lo que está por mostrar son las marcas que sólo suelen verse en las mujeres que tuvieron cáncer de mama. Ricardo no tiene el pezón derecho: lo que tiene es una primera cicatriz que atraviesa su pectoral y otra que se extiende y se esconde debajo de la axila. La de Ricardo es la historia de un hombre que atraviesa una enfermedad que, muchos creen, es sólo «cosa de mujeres».

Ricardo Mazzoni tiene 56 años, vive en Villa Luro, está casado y es padre de Lara, una nena de 12 años. Una noche de 2014, se acostó a dormir con su esposa. «Cuando me acuesto, me rozo con el brazo y siento un bulto en el pezón. No se veía, era algo interno, pero como no me dolió no le di demasiada importancia», dice. Recién unas semanas después, cuando fue a ver a su médica clínica para hacerse los controles de colesterol e hipertensión de rutina, aprovechó y se lo contó.

«La médica me mandó a ver a un cirujano y él me pidió que me hiciera una mamografía. Esa fue para mi la peor parte. No por vergüenza, para nada, fue por el dolor. El mamógrafo es un aparato preparado para el cuerpo de una mujer y al no tener pechos, no tenía de donde agarrar», recuerda. Lo que siguió fueron los mismos pasos que se siguen cuando se diagnostica a una mujer: ecografía, punción, biopsia y el estruendo silencioso que suele causar el diagnóstico.

«Era un cáncer de mama, invasivo mal», cuenta mirando a un punto fijo, como si volviera, con el relato, a ese consultorio. «Salí, me senté a tomar un café y se me caían las lágrimas. Yo no sabía que un hombre podía tener cáncer de mama». Ricardo cuenta aquello de un tirón pero su punto de quiebre es cuando cuenta todo lo que -más allá de lo obvio- se ponía en juego: «El cirujano me dijo ‘mirá, esto hay que barrerlo con todo’. Yo le dije ‘doctor, lo único que le pido es que me diga cuando voy a poder volver a jugar al fútbol». En ese entonces, Ricardo jugaba al papi fútbol y esos amigos varones terminaron siendo quienes ayudaron a amortiguar el golpe.

«El cáncer de mama en hombres es muy poco frecuente. De hecho, el 99% de las personas con cáncer de mama son mujeres», dice a Infobae Mónica Asturizaga, médica y asesora de Macma (Movimiento Ayuda Cáncer de Mama). «A diferencia de las mujeres, no hay forma de prevenirlo porque los hombres no tienen tejido mamario. Se estudia después, cuando se tocan algún bultito. No siempre el crecimiento de los senos en los varones es para preocuparse, a veces son formaciones benignas. De todos modos, siempre es bueno consultar porque el cáncer de mama en hombres suele ser muy agresivo».

Los hombres -sigue- no tienen que hacerse el famoso autoexamen mamario con tres dedos que deben hacerse las mujeres, pero sí ir al médico si ven que sus senos aumentaron de tamaño. El año pasado, Macma lanzó una campaña en la que también habla de ese 1% que representan los varones en el universo del cáncer de mama.

El cuerpo de Ricardo conoce perfectamente de qué habla la doctora. A los pocos días del diagnóstico, se internó y le extrajeron el tumor. «Cuando me desperté de la operación, lo primero que hice fue llamar a los muchachos de fútbol. Les dije, ‘salió todo bien, quédense tranquilos». La biopsia confirmó el cáncer pero no hizo falta seguir con rayos, sólo con un medicamento llamado Tamoxifeno (el mismo que le dan a las mujeres) durante 5 años.

Pero unos meses después, y mientras cenaba con un amigo que había venido a visitarlo desde Bariloche, volvió a palparse un bulto, esta vez más cerca de la axila. Los estudios indicaron lo que ya imaginaba: era el mismo tipo de tumor pero en otro lado. «Hace 9 meses me volvieron a operar y esta vez me sacaron todos los ganglios axilares».

Ricardo dice que nunca creyó que el cáncer de mama podía llevarlo a la muerte. Y cuenta que una de las partes más difíciles fue tratar de no preocupar a su familia, aunque eso mismo terminó ayudándolo a convencerse: «De tanto decirles ‘tranquilas, que yo voy a salir adelante’ empecé a fortalecerme, a creérmelo». Igual, no perdió la dimensión de lo que estaba pasando. Decidió «tomar precauciones, en el sentido de dejar las cosas ordenadas. Ordené los papeles y me casé con mi mujer. Hacía 16 años que estábamos juntos».

La imagen que muestra es el negativo de la idea que tenemos del cáncer de mama. No hay, en este caso, campañas de color rosa, no hay tetas censuradas en las redes sociales, no hay un hombre asustado al lado de una mujer sin pechos. Lo que hay es un hombre que tuvo que poner en pausa su vida y su trabajo y una mujer, Silvina, docente, que además de acompañarlo se hizo cargo de la economía familiar.

Ricardo acaba de terminar la primera etapa de quimioterapia. Los estudios, hace una semana, indicaron que por ahora no hace falta seguir. Por eso, de a poco, volvió a dirigir la empresa de venta de productos para elaboración de quesos que fundó su abuelo en 1936.

«Lo que quiero decirle a los pocos hombres que se hayan palpado un bulto en un pezón que no se desesperen pero que vayan a hacerse ver. Quiero decirles que acá no hay tabú, que la hombría no se pone en juego. Que somos una minoría sí, pero existimos». Y cuenta que tanto él como sus amigos aprendieron a ir cambiando de piel. Ya no puede jugar al fútbol con ellos los lunes, es cierto, pero ellos le dieron «un título honorífico» para que siguiera yendo. Ahora, es el Director Técnico.

Infobae